lunes, 17 de junio de 2019

Audiencia Cautiva


La primera serie de la que recuerdo haber visto el final fue David el gnomo. Recuerdo la tristeza que me hizo sentir no solo porque David y Lisa se murieran (y lo de convertirse en árboles no ayudaba) sino también y sobre todo porque la serie que me gustaba se acababa. El que todo tiene un final es algo que aprendemos poco a poco desde que nacemos. Algunas veces lo vemos como algo natural, como terminamos de comer o de jugar, y otras veces lo sentimos como algo terrible, como cuando mis primos venían de visita y debían volver a su casa.


El hecho de que se termine una película es algo natural y deseable, como cuando terminas de comer. Todo se ha resuelto y ya empiezas a estar cansado y desear que se acabe, por lo que cuando termina es algo bueno. Sin embargo, el que termine una serie es más complicado de digerir a nivel emocional, como cuando cortas con tu primera novia. Has invertido tanto tiempo y esfuerzo que ahora que se acaba te deja destrozado y vacío. Es complicado lidiar con los finales y uno de los finales más polémicos y recientes que se han vivido ha sido el de la serie de televisión de Juego de tronos o Canción de hielo y fuego los que la conocemos por los libros.


He estado reflexionando sobre un concepto que he tomado prestado del sector económico y los impuestos. ¿Sabéis cuando los políticos dicen que van a hacer que los ricos paguen más y estos no se lo toman muy en serio porque en cuanto le ven las orejas al lobo se piran a otros países donde les traten mejor? La reacción normal ante esta sacada de dedo es subir o inventar una serie de impuestos indirectos y subir el impuesto de la renta para los trabajadores. ¿Y qué pueden hacer los trabajadores? Más bien poco. Cabrearse, prometer no volver a votar a ese partido nunca más y seguir con sus vidas. Y esto ¿por qué es así? Porque, al contrario que las grandes fortunas, lo trabajadores están controlados y atrapados en un sistema que tiene constancia de lo que cada uno gana y cada debe tributar. Este concepto se conoce como rentas cautivas.


La audiencia cautiva es, siguiendo con el símil planteado, un conjunto de personas que consumen un determinado producto de entretenimiento (véase series, películas, libros, cómics y demás) y que, llegado a un punto, van a seguir consumiendola a pesar de cualquier inconveniente que surja. Por mucho que descienda la calidad de la historia, por muchas incongruencias que muestren los personajes, por mucho relleno sin valor que agreguen o por muchos agujeros que tenga la trama, no importa. Lo van a ver igual.



El ejemplo más obvio es la serie basada en los libros de GRR Martin, pero a lo largo de los años hemos sido testigos de grandes decepciones como Lost (Desaparecido en Latinoamérica y Perdidos en español), la serie de “Animales Fantásticos” del universo de Harry Potter o la saga de de videojuegos Call of duty. Los responsables últimos de que todos estos productos salieran adelante eran totalmente conscientes de que, a pesar del aluvión de malas críticas, esos mismos que los critican no iban a poder dejar de ver, comprar o jugar esos productos.


Y es en este punto donde me pregunto cuales pueden ser las razones que llevan a sacar un producto mediocre cuando nos tenían acostumbrados a algo de mucha mayor calidad. Si habláramos de un libro, podríamos achacarlo a la inexperiencia del autor, que centra su atención en la presentación, desarrollo de la historia y los personajes, pero que llega un momento en el que se agobia, se aburre o le entran prisas y cierra la historia deprisa y corriendo. Cabos sueltos, cierres prematuros y finales absurdos campan a sus anchas en los finales de las historias de estos escritores, pero las series, películas y videojuegos dirigidos al gran público son proyectos enormes que involucran a cientos sino miles de personas durante años. Algo así no se aborda sin una planificación muy cuidada por lo que no deberían caer en estos comportamientos, ¿verdad?

Cada caso requiere de un estudio muy detallado de las circunstancias en las que se vieron envueltos y da para algo mucho más extenso que este pequeño artículo, aunque hay un punto que todos comparten: el dinero. Ya sea porque el equipo creativo perdió el rumbo de la historia, porque el estudio busca inversiones seguras o porque la experiencia te dice que saques lo que saques, la gente lo va a comprar, el dinero o la falta de este es el factor común a todos ellos.

En el caso de la serie de Juego de tronos habrá que hacer una investigación exhaustiva, que yo no he hecho ni creo que vaya a hacer, pero esto lo único que aportará serán detalles de lo que pasó, no por qué pasó. El por qué tiene siempre que ver con el dinero y la que sale perdiendo siempre es la audiencia cautiva porque a estas alturas, con todas las horas y esfuerzo emocional, con las horas trasnochadas para poder verla y que nadie te la pise, con toda la empatía invertida y el deseo de que nunca termine, al final tu novia y tú tenéis que cortar. Y los productores de Juego de tronos saben que pueden hacer lo que quieran porque, total, lo vais a ver.


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