viernes, 19 de octubre de 2018

¿Por qué me gusta la ciencia-ficción?

Una de las cosas que más me gusta hacer desde siempre ha sido reflexionar sobre mí mismo. Volver la mirada hacia el interior me parece uno de los mejores ejercicios de auto descubrimiento y, si se hace de forma sincera, un modo de aprender a ser humilde. Esto lo vengo haciendo desde hace mucho, pero ponerlo por escrito en un artículo es nuevo y me da la oportunidad de compartirlo con quien quiera leerlo.

¿Por qué me gusta la ciencia-ficción? Es curioso plantearse según qué cosas. Sé que mi afición por la lectura me viene de mi abuelo materno, que por otro lado fue el único al que conocí (aunque debo mi existencia al fallecimiento de mi abuela materna, pero esa es una historia no viene al caso). Desde pequeño recuerdo a mi abuelo leyendo por las tardes en su butacón. Leía sobre todo acerca de la Historia y aún conservo algunas de las revistas de Historia 16 que leía.

Es difícil asegurar cuales fueron mis comienzos lectores, pero estoy bastante seguro de que una buena parte fueron cómics y tebeos. Y sí, distingo entre cómics y tebeos. Para mí sería muy difícil pensar en los Superhumor como “Cómics” y en toda la producción de Marvel y DC como “Tebeos”. Pensad que alguien se refiriera al Manga con cualquiera de ambos términos. Sería… raro. Del ámbito patrio leí de todo: El capitán trueno, El cachorro, El TBO, Zipi y Zape, El botones Sacarino, Pepe Gotera y Otilio y, por supuesto, Mortadelo y Filemón. En cuanto al cómic americano, empecé con Spiderman y luego descubrí la Crisis en Tierras Infinitas y de ahí seguí con el Superman de Byrne.

Una vez más, fue mi abuelo el que amplió mis horizontes trayéndome montones de libros de diversos temas, aunque fue un libro en concreto el que me enganchó a la lectura… llamémosla “seria”. Ese libro era “El universo”, de Isaac Asimov. Desde entonces me gustó la ciencia en general, la astronomía en particular y he sido un fan acérrimo de Asimov. Es cierto que ya antes había leído varias novelas de Julio Verne y me asombraba la exactitud con la que había predicho el funcionamiento del submarino en “20.000 leguas de viaje Submarino” o el lanzamiento de una nave espacial tripulada en “De la Tierra a la Luna”, pero fueron los escritos de Asimov los que hicieron ¡Click! en mi cabeza y me llevaron al siguiente nivel.

Cuanto más sabía de astronomía, más me gustaba imaginar qué habría más allá de nuestro sistema solar y de cómo sería viajar a esos lugares. Al principio tiraba de mi faceta de lector de cómics y me imaginaba viajando por el universo usando superpoderes. Historias simples para una mente en desarrollo: vuelo superlumínico, teletransporte instantáneo y sin error e incluso dimensiones paralelas.

Con el paso de los años seguí leyendo divulgación científica y astronomía con cuentagotas, pero fue en mi época universitaria cuando las cosas se aceleraron. Muy cerca de donde vivía había una biblioteca pública y empecé a leer como un loco. Leía de todo y a todas horas. Alta fantasía al principio, todos los libros de divulgación científica de Asimov que tenían y cuando me los acabé, empecé con sus libros de ciencia-ficción. Fue una época que recuerdo con mucho cariño.

No me malinterpretéis, no fui un ratón de biblioteca que lo deja todo por los libros, vida social incluida. Tenía a mi grupo de amigos y, como es normal, teníamos aficiones comunes. Sobre todo, jugar al rol y salir de fiesta de vez en cuando. El añadido de los juegos de rol a la mezcla fue… interesante. Hizo que descubriera el gusto por crear e interpretar personajes que poco o nada tenían que ver conmigo y, más tarde, crear y narrar mis propias historias. Si lo piensas bien, no empecé a escribir historias porque ya las tenía en el rol y esto se puede interpretar como un retraso de quince años en lo que hubiera sido mi comienzo como escritor. Yo prefiero verlo como un tiempo de maduración y crecimiento como creador, ya que definí y pulí mi estilo narrativo, intentando ser claro y natural (como Asimov) y dando un gran peso en la narración a la construcción y el desarrollo de personajes bien definidos (como en el rol).

Hay más influencias que no he mencionado aún, como el cine, el anime y los videojuegos, que han contribuido a potenciar mi afición por la tecnología y la ciencia-ficción, pero cada uno de ellos se merece un artículo propio, así que lo dejaremos para otra ocasión.

Me acabo de dar cuenta de que aún no he contestado a la pregunta. Me he dedicado a rememorar y a dar la chapa durante todo el tiempo sin llegar a contestar por qué me gusta la ciencia-ficción. Pues ahí va: me gusta la buena ciencia-ficción porque puede llegar a ser posible y advierte de los peligros potenciales que nos acechan en el futuro.

La ciencia-ficción optimista es un canto al esfuerzo y la creatividad del ser humano. Es a lo que deberíamos aspirar y a lo que podemos llegar si afrontamos los retos con espíritu constructivo y sin rendirnos ante los retos que se nos plantean. Podemos tardar poco o podemos tardar mucho, pero si tiene una base científica, podemos lograr hacer realidad esos sueños.

La ciencia-ficción en su vertiente distópica también es un explorador que recorre y reconoce los caminos que la Humanidad podría tomar, advirtiendo de los riesgos y peligros que conllevaría seguir por esos derroteros, lo que la convierte en una brújula que evita que nos desviemos del camino que nos lleva a un futuro mejor. Aunque hay veces que nadie acierta por dónde van a ir los tiros, como ya conté en este artículo.

Me gusta la ciencia-ficción porque me gustaría que las buenas historias, las que hablan de progreso y felicidad para toda la Humanidad, se cumplieran. Soy optimista por naturaleza y no puedo evitar pensar que seremos capaces de hacer que el futuro sea algo mejor de lo que nos encontramos en nuestro presente. ¿Y por qué no decirlo? Al niño que aún llevo dentro de mí le molaría muchísimo poder volar.

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