viernes, 26 de octubre de 2018

¿Escribir o no escribir?

Esta mañana no me apetecía nada escribir. Decidí abrir este blog no solo por la oportunidad de escribir con regularidad o contactar con lectores que les guste mi estilo y lo que escribo, también me decidí para aprovechar el tiempo. Llevo ya unos meses viviendo a una hora y media de mi trabajo, lo que supone, entre otras cosas, una hora de tren de ida y otra de vuelta. Son esas dos horas diarias las que, hasta ahora, pasaba viendo series y películas en el móvil o leyendo libros, y ahora aprovecho para escribir estos artículos. Pues esta mañana, no tenía ganas ningunas de escribir. Pero lo bueno es que me ha dado un tema sobre lo de escribir, así que… todo bien, ¿no?

Si le preguntas a cualquier escritor, profesional o amateur, cuál es el secreto para aprender a escribir, la gran mayoría te responderá que escribir mucho. Parece una tautología sin sentido, pero aquí hay encerrada una verdad mayor de la que pudiera apreciarse en un primer momento. Desde siempre he comprobado que por muy buenas que fueran las explicaciones que me dieran, hasta que no hacia algo por mí mismo no aprendía realmente a hacerlo. Y además surgían nuevas dudas sobre cosas que nadie me había explicado, lo que enredaba aún más las primeras explicaciones, pero me estoy desviando del tema.

Por muy buena voz que tengas, si no cantas todos los días no vas a pasar de alguien al que se le dan bien los karaokes. Por muy inteligente que seas, si no estudias y desarrollas esa inteligencia, nunca pasarás de ser el que gana siempre al trivial. Por muy bien que se te de contar historias, si no escribes todos los días no pasarás de ser el que mejor cuenta anécdotas o chistes entre los amigos. Es la practica diaria exhaustiva y analítica la que te hace mejorar y expandir los límites de tu talento lo máximo posible.

Decía Edison (o al menos se le atribuye a él, como unas cuantas cosas de la que empiezan a haber serias dudas) que “el genio es un uno porciento de inspiración y un noventa y nueve por ciento de transpiración”, y estoy completamente de acuerdo con la frase. La memoria muscular solo se llega a desarrollar después de interminables horas de ejercicio y entrenamiento y escribir, al fin y al cabo, es una actividad muscular más. Se necesita un poco de talento (no hace falta que sea mucho si se cumplen el resto de los requisitos), mucha disciplina y constancia y, además, una tremenda cantidad de horas dándole a la tecla incansablemente.

En mi experiencia personal, siempre he sido creativo y he tenido ganas de contar historias, pero hasta hace poco tenía una válvula de escape en el rol. Jugar y, sobre todo, narrar partidas de rol ha sido mi forma de contar historias. Si no lo hubiera hecho es probable que hubiera empezado a escribir mucho antes, lo que puede verse como algo negativo, pero tantos años de rol han hecho posible que desarrolle mi propio estilo narrativo, lo que es algo positivo sin duda. Y de camino he vivido algunos de los mejores momentos de mi vida. La mayoría de esos momentos han sido hilarantes, pero también los ha habido intensos, apasionados, eufóricos, patéticos y majestuosos. Toda una panoplia de experiencias.

Hace ya mucho tiempo que me vino a la cabeza la historia del Hexágono de Saturno, pero no fue hasta que tuve tiempo libre (estando en el paro) y ninguna opción de jugar al rol (por haberme mudado a Barcelona) cuando me centré en desatascar la historia. Y funcionó.

Mi yo de 2009 no fue capaz de encontrar una buena historia con el Hexágono como eje central. Mis primeras ideas, influidas por El código Da Vinci, giraban en torno a una sociedad secreta que conocía la existencia del fenómeno desde hacía siglos y trataban de ocultar su existencia al mundo debido a una relación indefinida con alienígenas y sus oscuros motivos para crear esa maravilla. En cuanto lo pensé me dije «¿Conspiraciones?, ¿Sociedades secretas?, ¿Alienígenas? Esto no es original ni se sostiene por ningún lado». Es importante señalar que el Hexágono de Saturno se encuentra en su polo norte y, aunque es posible ver este polo un poco, apenas es suficiente como para ver con claridad el fenómeno, más aún si cabe sabiendo que por muy buenos que sean los telescopios que usemos, nunca podríamos obtener imágenes con el suficiente detalle para que fuera observado desde la tierra.

Seis años y muchas vicisitudes después, mi yo de 2015 fue capaz de sacar, no solo una historia, sino toda una saga, aunque por motivos obvios no voy a desvelar nada de la una ni la otra. Solo en la investigación y el desarrollo del mundo y los personajes ya superé ampliamente las 30.000 palabras, lo que me daba material de apoyo suficiente para afrontar con garantías la novela que estoy escribiendo ahora.

Una máxima de la escritura dice “escribe sin parar, que ya habrá tiempo de editar” y debo decir que también estoy completamente de acuerdo con esa idea. Yo lo llamo escribir por desgaste o la técnica Gaitlin: escribes tantísimo que, cuando has terminado, extraes las partes realmente buenas y eres capaz de contar lo que en un principio tenías en mente, pero no sabías exactamente como decirlo. Es como una ametralladora Gaitlin, no necesitas apuntar porque tienes una cantidad enorme de balas y al final, alguna acertará.

Pues, en resumen, hay que escribir y escribir mucho para que, con la práctica, aprendamos a escribir historias buenas y que lleguen a los lectores. Y oye, que no digo que quien quiera se ponga a estudiar o busque guías de escritores que amablemente ofrezcan sus consejos, sobre todo porque yo también lo hago.

Lo que quiero decir, si es que quiero decir algo, es que, si realmente algo te gusta y te quieres dedicar a eso, pues que lo hagas. O sea que, ¡deja ya de leer tonterías y ponte a escribir!

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