viernes, 23 de noviembre de 2018

La flecha del tiempo apunta a la destrucción

Sé que al decir esto voy a estar dando pistas muy claras de mi edad, hecho que para mí mismo no tiene relevancia alguna (aunque para mi médico sí…), pero que quizá resulte en rechazo por parte de algunos lectores debido a la diferencia de edad… aunque en una entrada anterior, donde hablo del porqué me gusta la ciencia ficción, ya doy bastantes pistas de por dónde van los tiros, así que dejaré de divagar y voy a ir al grano.
Yo crecí durante mi infancia sin un aparato de vídeo VHS. *Pausa dramática*
Esto… bueno, ahora que lo pienso, un número importante de personas que habitan este mundo tampoco se han criado con este aparato, pero porque ya estaba desfasado. Sin embargo, si vais a una tienda de compra y venta de artículos usados, es muy probable que encontréis alguno todavía funcionando. Os estaréis preguntando a santo de qué viene este viaje por el país de los recuerdos y tenéis toda la razón. El punto de este hilo de pensamiento es que, antes de tener un vídeo VHS (o Beta, o 2000 para los que llegaron a tenerlos), no había más que una manera de ver lo que salía por la tele: hacia delante y a velocidad normal.
¡Vale!¡Vale! No os vayáis, que estoy a punto de ir al grano. Lo que quiero decir con esto es que, hasta la llegada de un aparato que nos permitiera controlar la reproducción de lo que se estaba visionando, solo pudimos ver rebobinados y avances acelerados en series y películas que así lo quisiesen. Sin embargo, al poder alquilar, comprar o grabar las películas, teníamos la capacidad de hacer que el tiempo retrocediera o avanzase. Rápido, lento e incluso congelar la acción todo el tiempo que quisiésemos.
Pensad ahora en una película donde hay un montón de cristales esparcidos por el suelo. En un momento dado, los cristales empiezan a unirse y a elevarse en el aire. Se siguen uniendo y elevando hasta que forman un jarrón que se coloca perfectamente en una mesa que acaba de aparecer. Cualquiera que esté familiarizado con la reproducción de vídeo supondrá que el vídeo está rebobinando y que el tiempo va hacia atrás. Pero ¿Qué significa que el tiempo vaya en una dirección o en otra? ¿Y cómo sabemos nosotros cuál es la dirección correcta? ¿Hacia dónde apunta la flecha del tiempo?
La flecha del tiempo apunta a la destrucción. Dicho en otras palabras, cualquier sistema ordenado tiende al caos. Es muy poco probable, aunque no imposible, que algo como lo que he descrito antes llegue a suceder alguna vez, así que lo que el universo nos tiene acostumbrado a ver es como todo se consume y muere: la madera se quema y se deshace en cenizas en una chimenea, las bombas estallan y desmenuzan toneladas de rocas en una cantera a cielo abierto, el agua viaja de una cota superior a otra inferior moviendo un molino a su paso y un ser vivo muere y se pudre.
Pero ¿Cuál es la razón de esa destrucción? ¿Por qué el caos termina ganando la partida?
La razón es la entropía. Es la que define el sentido de la flecha del tiempo y hasta que ésta no alcance su máximo, cualquier sistema que posea algún tipo de orden será susceptible de desordenarse para aumentar su entropía. De hecho, una entropía total implica un caos total, en el sentido del desorden. Cualquier intento de revertir el caos resultante en un nuevo estado ordenado será del todo ineficaz debido a que la energía consumida para rehacer un sistema ordenado será siempre mayor que la que produjo al destruirse. Un ejemplo típico es el de la noria de agua.
Imaginemos que tenemos un circuito de agua que va desde una zona superior hasta otra inferior. En la parte inferior tenemos una rueda con palas que el agua mueve al desplazarse de arriba abajo. Esta rueda conecta con una dinamo que genera electricidad y esta electricidad mueve una bomba de agua que toma el agua que ya ha caído y la vuelve a subir a la parte superior para que recorra el circuito de nuevo. Alguien que nunca hubiera oído hablar de la entropía podría llegar a creer con este planteamiento que se puede construir una máquina de movimiento perpetuo, pero nada más lejos de la realidad.
Lo que sucede es que el sistema se para después de funcionar un tiempo. El rozamiento del agua contra las paredes de la canalización, el de el agua con el molino, el molino con la dinamo, la dinamo con el motor de la bomba de agua y el agua con la bomba y la canalización de subida hacen que se pierda energía. Y estos son sólo los más intuitivos. Hay muchas más variables muy sutiles que contribuyen a la ineficiencia energética y que hacen que se pierda una enorme cantidad de energía, aumentando la entropía. Un famoso ejemplo histórico es el de los primeros motores de vapor, que aprovechaban la friolera de un 2% del total de energía invertida en producir trabajo eficaz. El resto, el 98%, se disipaba en rozamiento y calor.
La eficiencia energética de nuestros motores y de nuestra tecnología ha aumentado considerablemente desde los primeros trabajos de Sadi Carnot, hace ya más de doscientos años, pero por mucho que aprovechemos la energía, la entropía no dejará de aumentar en el universo y la dirección del tiempo apuntará firmemente hacia el futuro.
Esto último que acabo de decir puede parecer conformista y deprimente, pero es una de las características fundamentales que rigen nuestra existencia. ¿Os imagináis un mundo donde la consecuencia pudiera preceder a la causa de forma aleatoria? ¿Que del polvo y las cenizas surgiera un esqueleto, más tarde un cadáver putrefacto y a continuación un hombre muy viejo que rejuvenece con el tiempo, a lo Benjamin Button? Esto haría imposible saber si vamos o venimos, debido a que lo que señala que el tiempo avanza se desdibuja como si se borraran las marcas de la regla que usamos.
Y un mundo donde no sabes si va o si vienes, si vives o si mueres, puede ser una historia interesante de contar. Incluso un invento que detiene localmente la entropía puede tener mucho potencial para una historia de ciencia ficción, pero yo prefiero vivir en un mundo en el que sé lo que tengo que esperar cuando me siento a la mesa.

viernes, 16 de noviembre de 2018

Narrativa transmediática

No soy un experto en este tema. Lo quiero dejar claro desde un principio para evitar confusiones y malentendidos. El experto en este tema es mi colega Lynx (@lynxreviewer) y, aunque no es el tema principal que trata en sus canales de Youtube, sí que tiene vídeos de charlas que ha dado hablando de este tema. Además, es el tema de su PFG, así que sabe de lo que habla y le gusta. A mí… a mí me gusta hablar.

¿Y por qué he decidido hablar de este tema? ¿Y por qué uso palabrejas tan rebuscadas? La respuesta a la primera pregunta es: porque es muy interesante y está a la orden del día, aunque no la conozcáis como tal. La respuesta a la segunda es: porque las palabras molan y en nuestro idioma tenemos conceptos para definir prácticamente cualquier cosa. ¿Os suena prolepsis? ¿Y analepsis? Tenemos un idioma muy rico y variado, pero en nuestro devenir diario apenas usamos una cantidad ínfima de la tremenda panoplia de vocablos que se hallan a nuestra disposición. ¿Mi sugerencia? Llevamos con nosotros un dispositivo que nos da acceso a toda la información que se nos ocurra. La tecnología puede usarse para la belleza o el envilecimiento, así que os pido que la uséis para lo primero.

Pero vayamos por partes, como dijo el famoso Jack. ¿En qué consiste la narrativa transmediática? Pues básicamente es contar una historia a través de diferentes medios. Para ello hay una serie de requisitos que han de cumplirse obligatoriamente, ya que de lo contrario lo que tenemos es otra cosa. Puede ser un universo coherente donde se cuentan las historias de diversos protagonistas a través de distintos medios, como Star Wars,  pueden ser distintas versiones de los mismos personajes dependiendo del medio en el que aparezcan, como el universo cinematográfico de Marvel, sus distintas series de animación y sus comics o directamente aprovechar el tirón de una historia y empezar a sacar todo lo que se te ocurra para aprovechar ese tirón aunque la calidad no se acerque al original ni por accidente (de este no pongo ejemplo para no suscitar polémica).

Ahora que he dicho lo que no es, vamos a ver que es lo que sí es la narrativa transmediática.

El caso ideal de este tipo de narrativa debe tratar sobre una sola y gran historia, donde cada una de las partes narradas en distintos medios debe estar autocontenida, es decir que sea una historia completa por derecho propio y no se deje el final abierto. Eso lo dejamos para los finales de temporadas de algunas series ¿Eh, Battlestar Galactica?
No es imprescindible que las historias sigan un orden cronológico, pero deben contar partes de la historia principal y estar integradas dentro de ella.
Puede ser cualquier tipo de medio de comunicación ya sea escrito, audiovisual o interactivo como libros, blogs, redes sociales, webs, podcast, videos de Youtube, series, películas, animación, videojuegos, comics, juegos de rol…
Debe tener un núcleo central sobre el que se narre la historia principal. El público decidirá por sí mismo su grado de implicación en la historia consumiendo lo que les apetezca del resto de obras.
Las distintas obras que componen la historia completa no tienen que ser necesariamente creadas por los mismos autores.

Con esto en mente, el ejemplo más famoso y el que casi todo el mundo utiliza es el de Matrix. Esta comenzó siendo una trilogía de películas creadas por los hermanos (ahora hermanas) Wachowski fruto de su admiración por el manga y el anime de Ghost in the Shell. La trilogía original cuenta la historia de Neo y su lucha por conocer la verdad que hay detrás de Matrix y por conocerse a sí mismo. Cuando finalmente averigua la aterradora verdad —que la humanidad es esclava de una raza de máquinas que les mantiene engañados y a su servicio, y que él es “El elegido” para liberar a la humanidad y mostrarle la verdad sobre Matrix— éste acepta su papel, pero con ciertas dudas sobre si realmente lo es. Después de descubrir que sí es “El elegido”, se inicia un proceso en el que Matrix pretende destruir la única ciudad de humanos libres, Zion. Acontecimientos posteriores revelan que ya hubo elegidos antes que Neo y que estos sirven a los propósitos de control de Matrix, hecho contra el que se rebela. Finalmente lucha contra un elemento inestable de Matrix que amenaza con destruirlo todo y se sacrifica para acabar con él, no sin antes llegar a un acuerdo con Matrix para que liberen a todos los humanos que lo deseen y llegar a una coexistencia pacífica.

 Mientras se rodaba y editaba la trilogía original se prepararon varios cortos de animación de distintos estilos que fueron publicados en su conjunto bajo el nombre de “Animatrix” entre la primera y la segunda parte. Algunos cortos tenían relación directa con la historia pasada y presente de Matrix y otros tenían una relación más tangencial. También entre la primera y segunda parte de la trilogía se encuentra el videojuego “Enter the Matrix”. En éste conectamos al principio directamente con la historia de uno de los cortos de “Animatrix” y durante el resto del juego vamos avanzando en paralelo con la historia de la segunda película de la trilogía. También hemos tenido comics, un videojuego tipo MMORPG y otro videojuego llamado “Matrix, the path of Neo”, donde se exploran partes del pasado y del futuro de la historia de Matrix.

Cada historia tomada individualmente tiene su propio sentido y su particular narrativa, pero si las juntas todas crean un mosaico en el que podemos seguir el hilo conductor de una historia mucho mayor acerca de la esclavitud de las máquinas, su alzamiento, la guerra contra la humanidad, la esclavitud de la humanidad y, finalmente, la convivencia y coexistencia pacífica. Esto es lo genial de contar una historia a través de la narrativa transmediática.

En cuanto a mí, me encantaría tener la oportunidad de embarcarme en un proyecto tan ambicioso. Lo creáis o no, el universo que he creado en torno a la novela de El Hexágono de Saturno es tan vasto y variado que puede admitir perfectamente la carga de varios proyectos narrativos interconectados y expresados en distintos medios. Solo en historias que tienen relación directa con la trama del primer libro tengo ideas para dos secuelas, una intercuela y dos precuelas. Y si cuela, cuela.

viernes, 9 de noviembre de 2018

El mundo de las ideas

En la mitología griega existían siete criaturas inmortales, siete musas, que otorgaban inspiración a los mortales para que crearan el más bello arte. Se decía que, si un artista seducía a una de las hermanas, ella te otorgaría temporalmente una fuerza creativa inmensa. A pesar de que sea una idea muy romántica, el hecho de ligarme a Calíope, Euterpe o Melpómene para saber escribir, cantar o recitar me parece una idea horrible que le quita todo el mérito al ser humano. Yo puedo acceder al mundo de las ideas cuando quiera.

Tener ideas o inspiración no es demasiado difícil. Yo tengo una teoría según la cual, por muy simple o sencilla que te parezca una persona o una situación, siempre hay una historia interesante detrás y solo tienes que adentrarte lo suficiente. Lo llamo “La teoría de las historias fractales”.

¿Cuántas veces habéis subestimado una persona y más adelante esa persona os ha sorprendido de una forma que no os esperabais? ¿O una situación común ha pasado a ser extraordinaria en segundos? En el cine pasa mucho, aunque casi siempre se les ve venir desde lejos. En el rol pasa también muy a menudo, pero allí la causa habitual es que el jugador se cansa de interpretar a su personaje y empieza a actuar como sí mismo.

Pero entonces, ¿cuál es el secreto para desentrañar una buena historia?

Como ya he contado anteriormente, en mi caso fue el descubrimiento del Hexágono de Saturno por la sonda Cassini. Cuando conocí la noticia mi mente estalló debido a lo asombroso que me parecía que un planeta gigante, compuesto de gas en su mayor parte, tuviera una tormenta con forma de hexágono regular. Cuando piensas en una tormenta, lo primero a lo que se la asocia es al caos. Es cierto que existen ciertos fenómenos meteorológicos que siguen patrones circulares definidos, pero ni son regulares, ni duran en el tiempo más allá minutos, horas o días. Aquí estamos hablando de un fenómeno que ha durado décadas como mínimo, ya que hay ciertas imágenes de las sondas Voyager en las que se adivina el hexágono de forma parcial y borrosa, y que probablemente lleve existiendo miles de años.

Un fenómeno a así es el candidato perfecto para comenzar a perfilar la historia, pero es solo la llave que te permite acceder al laberinto. En mi caso, cada paso que daba desembocaba en una habitación con una o más puertas colocadas de forma evidente y otras ocultas a la vista. Fue todo un reto averiguar cual era el camino correcto más allá del evidente que todo el mundo usaba.

Las ideas van y vienen y el escritor debe estar preparado para cuando vienen las buenas para aprovecharlas, pero no usarlas de forma burda y poco original. En mi caso y en ese punto del desarrollo de la historia fue Tesla. Os garantizo que cuando se me ocurrió añadir a Tesla a la mezcla no estaba tan de moda, pero fue ocurrírseme y aparecer en libros, películas, videojuegos, documentales y hasta en la sopa. La verdad es que estuve a punto de abandonar la idea, pero en ese momento la ucronía llegó a mi vida y el mundo estalló en un mar de posibilidades.

En vez de usar a Tesla como protagonista o personaje importante, al menos, me hice una pregunta: ¿Si Tesla fue un genio tan grande, porqué murió pobre y sin el merecido reconocimiento? La respuesta que deduje al estudiar su personalidad y el mundo en el que vivió fue que era un incomprendido. Si bien era un genio que no necesitaba diseñar en papel sus inventos, era completamente inepto en cuanto a relaciones sociales y transmitir esa importancia a compradores e inversores. El siguiente paso era lógico: introducir una figura que comprendiera la importancia de sus inventos y fuera capaz de vender y convencer a cualquiera.

Aquí había algo, sin duda. Sin embargo, no podía ser cualquiera ya que precisamente esa ineptitud social era el mayor obstáculo. Después de mucho meditarlo, encontré mi “punto Jonbar” en torno a la mejor figura que se me ocurrió para tal finalidad: un hermano gemelo. Este gemelo, a pesar de compartir la misma carga genética, sería el opuesto complementario de Nikola Tesla. Si uno es un genio científico sin talento para las relaciones sociales, el otro era un genio emocional sin talento para el mundo científico por lo que ambos se complementan muy bien. El último toque consistió en aprovechar ese vínculo que los hermanos gemelos parecen compartir, no solo para hacer que ambos estén unidos toda la vida sino también justificándolo de forma física con el fenómeno del entrelazamiento cuántico, propiedad que sería investigada y aprovechada por Nikola Tesla para dar un salto gigante en la revolución tecnológica que ambos hermanos llevaron a cabo en esta realidad alternativa.

Y todo esto que he descrito lo he hecho en pasado porque en el momento de empezar la novela, los gemelos llevan muertos diecisiete años. En vez de usar una idea como tantos otros, le he dado una vuelta de tuerca, he cogido otra tuerca para hacer más fuerza y he terminado por crear un mundo distópico de estética Teslapunk, donde la energía es tan abundante que nadie tiene que pasar hambre o no tener trabajo. Un mundo donde las máquinas son enormes al no tener necesidad de miniaturizarlas para reducir su peso. Un mundo con tecnologías avanzadas que nosotros solo podemos soñar. El mundo del mañana en el año 1960.

El mundo de las ideas es caótico y caleidoscópico. No hay que tener miedo a la hora de innovar y dejarte llevar. Hay temas universales que funcionan y, de hecho, prácticamente todas las historias se pueden enmarcar en un par de docenas de estos temas universales, pero eso no quiere decir que no se puedan contar bajo un nuevo enfoque original. Tanto si vais a seguir el camino conocido como si vais a explorar nuevas vías para contar historias, por favor sed honestos con vuestro público y con vosotros mismos. En cuanto a mí, seguiré por el que dicen  que es el camino más difícil, el camino intermedio.

viernes, 2 de noviembre de 2018

El cine y la escritura

Todos tenemos influencias. Libros, cómics, música, cine, videojuegos, teatro, pintura, escultura… la lista puede ser tan larga como cada uno quiera. Todas las artes tienen algo en común: transmitir un mensaje a través de una narrativa. Algunas están más abiertas a la interpretación que otras, como la pintura abstracta, y otras pueden ser muy directas y simplistas, como el cine. La simplicidad o complejidad de una obra suele venir dada por la intención del autor, aunque se dan también casos en los que los espectadores aprecian significados alternativos y más profundos a obras realizadas sin esa intención inicial.

Lo que me gusta de la escritura es que tiene una narrativa tan interpretativa como un cuadro abstracto o el arte conceptual, pero lo puedes camuflar como una obra sencilla y con un mensaje claro y directo, haciendo que lo pueda disfrutar tanto un lector casual, que no suele pasar del mensaje superficial y apenas se lo lee una vez y no reflexiona sobre lo que ha leído, tanto como un lector veterano que sea capaz de ver más allá de las apariencias y llegue a disfrutar desgranando cada capa y siendo consciente del simbolismo oculto de la obra.

Sin embargo, a pesar de que el cine tenga una narrativa tan limitada y condensada, por eso no quiere decir que no pueda ser profundo y tener varios niveles narrativos. Lo que la escritura debe describir, el famoso “muestra, no cuentes”, el cine lo puede mostrar incluso sin palabras. Un montaje acertado hace que las imágenes que se muestran nos transmitan el mensaje. La frase “una imagen vale más que mil palabras” es completamente válida y certera, aunque también es fundamental que los creadores de esas imágenes, al rodarlas, montarlas y editarlas, se manejen con una habilidad tal que esas imágenes resuenen con el tema que se está tratando.

Por poner un ejemplo, imaginad un camino de tierra solitario, con campos de cultivos a cada lado. Un enorme turismo negro avanza por el camino. Cuando lo vemos notamos que es un modelo antiguo, de los años treinta o cuarenta. Levanta una gran cantidad de polvo debido a que la tierra del camino está seca. Pasamos al interior de la casa, donde una mujer está fregando los platos mientras desde la ventana que hay frente al fregadero se aprecia como el coche negro avanza por el camino de tierra. De la ventana cuelga un pequeño pendón rojo y blanco, con cuatro estrellas azules. Los colores de la bandera de Estados Unidos. La mujer, de algo más de cuarenta años, continua su tarea con esmero hasta que repara en que el coche se dirige hacia su granja, hacia su casa. El coche continúa avanzando a trompicones por el camino de tierra, ya muy cerca de la casa. La mujer baja un poco el visillo de la ventana para seguir con la mirada al coche y vuelve a dejarlo para encaminarse a la puerta y abrirla antes de que el coche llegue. Abre la contrapuerta visiblemente alterada y se para en el porche de la casa. El coche gira mientras se para y podemos ver una gran estrella blanca en la puerta del pasajero. De la puerta del pasajero se baja un hombre con uniforme de gala verde y de la parte trasera se baja un sacerdote. Al ver a estas personas, la mujer trastabilla unos pasos y termina por sentarse en el suelo al fallarle las piernas. El sacerdote y el militar se acercan y se agachan ante ella, tomándola el sacerdote de la mano.

Esta escena de Salvar al soldado Ryan no necesita diálogos ni a un narrador que nos diga lo que está pasando, sino que cuenta su historia a través de imágenes y la interpretación de sus actores… y no dura nada más que un minuto y cuarenta y siete segundos. Es precisamente eso lo que quiero aprovechar del cine en mi estilo de escritura. No es que diga que quiero ser cinematográfico, sino que cuando toque mostrar, las escenas que muestre tengan una narrativa con tanto impacto como ésta. Quiero que cuando leáis una de mis historias las imágenes acudan a vuestra mente.

Es evidente que, aparte de esta narrativa cinematográfica, el cine ha influido mucho en mí y en todas las generaciones que hemos vivido desde los últimos cien años. Sin embargo, lo último que quiero es abusar de ello y que se me peguen sus peores defectos. No quiero convertirme en el David Cage de la escritura o en el Kojima de las letras.

Sin embargo, la máxima es “muestra y no cuentes”, así que el truco está en cómo hacer para mostrar y no contar, pero a la vez sin que se nos vaya de las manos y quede algo muy recargado, lento y poco accesible. Yo lo cambiaría por “Cuenta cuando quieras que la trama avance y muestra cuando quieras profundizar”. Contar no es siempre malo y mostrar no es siempre bueno.

Al contar, en la mayoría de los casos, un narrador omnisciente y extradiegético detalla los sucesos importantes, las reacciones de los personajes y sus pensamientos superficiales. Esto hace que la historia avance con agilidad, ya que su objetivo es contar la historia principal, no pararse a comprobar los motivos personales de cada personaje ni las circunstancias que rodean cada detalle de la historia. Digamos que, al contar, vamos al grano.

Sin embargo, como en las relaciones amorosas, no todo consiste en ir al grano, porque si se abusa de ello, se corre el riesgo de ir demasiado deprisa y tratar de alcanzar el clímax cuando el lector no está aún preparado. Mostrando ciertas partes de la historia y de los personajes provocas un desarrollo más profundo y posibilitas que el lector empatice con los personajes, lo que a su vez crea una mayor tensión dramática cuando todo esté a punto de estallar, metafóricamente hablando. Si no has conectado con un personaje te va a dar igual lo que le pase.

En resumidas cuentas, el cine tiene un lenguaje propio y la literatura otro. Existen ciertos puntos en común que tanto uno como otro pueden aprovechar del contrario, pero es un error tratar de imitar al milímetro la narrativa de uno en el otro y un fracaso seguro el hacerlo. No entender esto es la razón principal de que muchos lectores empedernidos salgan del cine diciendo “Pues me gustó más el libro”.